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El pediatra y neonatólogo, doctor Carlos Siles, especialista del Servicio de Pediatría de Hospital San José, explica cuáles son las enfermedades más recurrentes en verano entre los niños y cómo evitar riesgos para su salud

En verano, la incidencia de ciertas enfermedades se incrementa entre los niños, como consecuencia del aumento de actividades al aire libre, de la subida de las temperaturas y por alteraciones en los hábitos de alimentación propias de las vacaciones. El doctor Carlos Siles describe las 10 patologías más frecuentes en esta época del año y explica a los padres cómo prevenirlas y actuar en cada caso.

 

1. Conjuntivitis, ocasionada por playas y piscinas

La conjuntivitis consiste en la inflamación de la conjuntiva —tejido fino y transparente que cubre el interior del párpado y la parte blanca del ojo y el riesgo de padecerla aumenta notablemente en verano, como consecuencia de la exposición de los ojos al agua del mar y de las piscinas, así como a la sal y a la arena de la playa, pudiendo tener su origen en gérmenes patógenos que provocan conjuntivitis infecciosa.

 

Para evitar o prevenir la conjuntivitis en verano, se debe mantener una buena higiene de manos, no compartir toallas y proteger los ojos con gafas homologadas. Es de especial importancia no usar lentillas durante el baño.

 

Si el ojo del niño se enrojece, siente picazón, sensación arenosa o produce secreción, la primera medida para aliviar la molestia consiste en aplicarle compresas o gasas de agua fría o suero fisiológico. Si los síntomas persisten y no desaparecen de forma natural, es necesario acudir al pediatra.

 

2. Picaduras de insectos: pueden provocar reacciones alérgicas

 

Una consecuencia indeseada y desagradable de las actividades al aire libre de los niños durante el verano son las picaduras de insectos, las más frecuentes, de mosquitos, arañas, abejas y avispas.

 

Por lo general, solo producen molestias en la piel, como picor o hinchazón. Sin embargo, en casos puntuales, los niños pueden sufrir reacciones alérgicas, sobre todo en el caso de picaduras de abejas y avispas. Es importante detectar los síntomas ante una reacción grave —fuerte hinchazón, endurecimiento de la zona, rubor o dolor intenso—, y acudir al pediatra o al centro de salud más cercano para que el profesional pueda valorar la situación e indicar el tratamiento más adecuado.

 

Las picaduras de medusas son también frecuentes en esta época del año, sobre todo en aguas cálidas como las del Mediterráneo. Aunque no suelen producir lesiones graves, ocasionan enrojecimiento, escozor y dolor. En caso de persistencia de dolor intenso, se debe acudir al centro de salud.

 

En todos estos casos, el tratamiento inmediato consiste en limpiar la zona afectada con suero fisiológico y aplicar un paño frío para calmar la hinchazón. El pediatra podrá administrar analgésicos como el paracetamol y antihistamínicos para disminuir el picor en caso necesario.

 

3. Otitis producida por los baños en piscinas y en el mar

La otitis es una infección del conducto auditivo externo que se manifiesta básicamente con dolor en uno a ambos oídos. Es una de las patologías más comunes del verano en pacientes de edad pediátrica y requiere un diagnóstico y tratamiento específico por parte del pediatra.

 

Para prevenirla, es importante secarse bien después de salir del agua (sin utilizar bastoncillos), evitar zambullidas violentas y bucear en exceso. En el caso de las piscinas, estas deben cumplir con las adecuadas medidas de salubridad e higiene.

 

Una vez que el niño ha manifestado los primeros síntomas, debe evitar introducir la cabeza en el agua. El pediatra prescribirá los antiinflamatorios adecuados para calmar el dolor y disminuir la inflamación.

 

4. Golpe de calor: un riesgo grave, evitable

 

Los golpes de calor son propios de las altas temperaturas y afectan, sobre todo, a las personas de mayor edad y a los niños. 

 

Somnolencia, mareos, dificultad para orinar, irritabilidad, piel seca y desorientación son síntomas que advierten de un posible golpe de calor y de deshidratación, lo que puede derivar en una situación grave.

 

La primera medida de prevención es evitar la exposición prolongada al sol en las horas centrales del día; también, se ha de beber abundante agua de forma frecuente y mantener una alimentación sana, equilibrada y ligera.

 

Si se percibe decaimiento, hipoactividad o temperatura elevada en el niño, se le debe hidratar con agua y aplicar crema en la piel, y se ha de acudir de inmediato al centro de salud.

 

5. Alergias alimentarias e intoxicaciones: extremar las precauciones en niños alérgicos

Durante el verano, se suele comer más fuera de casa y del entorno habitual, y se relajan los hábitos alimenticios, de ahí que los niños alérgicos deban extremar las precauciones.

 

Ante síntomas de alergia alimentaria, como la aparición repentina de eritema con picor, urticaria, hinchazón de la cara, labios, lengua o garganta, dificultad para respirar, sensación de mareo, bajada de tensión o vómitos, es necesario acudir al centro de salud para que el niño sea valorado y reciba tratamiento.

 

Con el calor se incrementan, también, las intoxicaciones alimentarias, producidas por una inadecuada conservación de los productos o por la ruptura de la cadena de frío. Los síntomas pueden ser gastroenteritis, acompañada de vómitos y diarrea, fiebre y debilidad. También en este caso, el pediatra debe evaluar al niño y prescribirle el tratamiento que necesita.

 

6. Quemaduras solares: causa de deshidratación 

 

La exposición prolongada e inadecuada a los rayos del sol origina numerosos casos de quemaduras en niños. Es obligado el uso de fotoprotectores y de ropa protectora adecuada para prevenir estos peligrosos episodios. Además, en el caso de los menores de 3 años, debe evitarse su exposición directa a los rayos del sol.

 

Si, a pesar de tomar estas precauciones, el niño se quema, lo más conveniente es bañarlo con agua tibia para calmar el dolor, utilizar cremas y lociones hidratantes sin alcohol ni medicamentos, evitar la exposición solar y darle a beber abundante agua, pues las quemaduras pueden provocar deshidratación. 

 

Si el niño presenta ampollas, dolor intenso o fiebre, es imprescindible acudir al pediatra para que este indique el tratamiento más adecuado. 

 

Cuando las quemaduras solares se producen en menores de 2 años, es necesario llevarlo lo antes posible a consulta médica.

 

7. Hongos originados por exceso de humedad y sudor 

 

Este problema de salud consiste en una inflamación de la piel y es frecuente que se localice en los pies y, sobre todo, entre los dedos.

 

Los hongos se generan por la humedad del sudor y por no secar bien los pies después de la ducha o del baño en el mar o en la piscina. 

 

Provocan un picor muy molesto y requieren de atención médica y de un tratamiento específico.

 

8. Resfriado común frecuente por cambios de temperatura

 

Es habitual que los niños se resfríen en verano debido a los constantes cambios de temperatura que se producen al pasar del intenso calor del exterior al aire frío de los espacios climatizados. 

 

La mayoría de los casos son leves y para controlar los síntomas, requieren de fármacos que deberán ser prescritos por el pediatra.

 

9. Gastroenteritis aguda: vómitos, diarreas y riesgo de deshidratación

 

Es una constante que, en verano, se incremente la incidencia de gastroenteritis entre los niños, con sus efectos derivados de vómitos y diarreas.

 

Las causas más comunes son bacterias presentes en los alimentos, un incremento notable de la ingesta de comida y el consumo de alimentos en mal estado.

 

La gastroenteritis se presenta con un cuadro agudo de diarrea, caracterizado por un aumento del número de deposiciones o por una disminución de su consistencia, de instauración rápida. La pérdida de líquidos y de electrolitos resultante, puede derivar en deshidratación.

 

La gravedad del cuadro dependerá del grado de deshidratación, que se puede valorar en función de la orina, el relleno capilar enlentecido (prueba rápida que permite vigilar la deshidratación y la cantidad de flujo sanguíneo al tejido), taquicardia, ojos hundidos, llanto sin lágrimas, alteración neurológica, etc.

 

El diagnóstico es clínico y, aunque el cultivo de heces no está indicado de rutina, sí se debe realizar en pacientes inmunodeprimidos, deposiciones mucosanguinolentas, viaje reciente fuera del país, sospecha de intoxicación alimentaria, etc.

 

El tratamiento consistirá en la reposición hidroelectrolítica y, posteriormente, en la recuperación nutricional, hidratación oral con sueros hiposódicos en caso de deshidrataciones leves o moderadas, e hidratación endovenosa en casos graves o de intolerancia a la vía oral.

 

La alimentación podrá reintroducirse a las cuatro horas de la rehidratación oral, mediante una dieta normal con restricción de grasas, azúcares y cítricos.

 

El tratamiento antibiótico no está indicado de rutina. Tampoco es necesario recomendar probióticos ni fármacos antisecretores en los casos de gastroenteritis.

 

Ante un cuadro de vómitos y diarreas en los niños es fundamental acudir al pediatra lo antes posible.

 

10. Infección de orina: más habitual entre las niñas

La infección de orina es de origen bacteriana y se produce con frecuencia en esta época del año, entre otros motivos, por llevar la ropa de baño mojada durante mucho tiempo. Es común entre los niños y, salvo en los primeros meses de vida, es más frecuente en niñas.

 

Ante una infección del tracto urinario en niños, si son menores de 3 meses, se aconseja el ingreso hospitalario y tratamiento antibiótico endovenoso. En el caso de los mayores de 3 meses, se administrará tratamiento antibiótico en el domicilio de forma oral, prescrito por el pediatra y con controles periódicos.

 

Cuanto menor sea la edad del paciente, más inespecífica será la clínica. En los menores de dos años, se puede presentar con fiebre sin foco, irritabilidad, pérdida de peso y diarrea. La pérdida de apetito es un síntoma habitual de la infección de orina en los niños.

 

En general, los factores de riesgo para desarrollar una infección del tracto urinario son el sondaje vesical; medidas higiénicas insuficientes; litiasis; antibioterapia prolongada; anomalías congénitas del tracto urinario y estasis urinaria, provocada por la retención voluntaria de la orina. El germen patógeno más frecuente es la bacteria Escherichia coli, y el mecanismo de infección por vía ascendente es el más habitual. 

 

Se puede diferenciar entre infección del tracto urinario baja o alta. La infección baja o cistitis no suele dar fiebre y cursa con disuria (dolor al orinar); polaquiuria (orinas frecuentes aunque de poca cantidad); urgencia miccional; incontinencia o dolor suprapúbico. La infección alta o pielonefritis es el cuadro más grave y cursa con fiebre; malestar general; dolor en flanco, fosa lumbar o abdominal; vómitos y puñopercusión renal positiva.

 

La bacteriuria asintomática sin clínica asociada no precisa tratamiento aunque puede ser necesario antes de una intervención urológica o transplante renal.

 

El diagnóstico se realiza con clínica compatible, análisis simple de orina (tira reactiva y sedimento de orina), urocultivo y análisis de sangre.

 

El tratamiento consta de medidas generales, como correcta hidratación, analgésicos, antitérmicos y micción frecuente mediante la ingesta de líquidos. Dependiendo del resultado del urocultivo y del antibiograma, se seleccionará el antibiótico más adecuado para el niño.

 

Consejos para prevenir los 10 problemas de salud infantil más comunes en verano, La Provincia - 16/07/2023